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Neuropsicología de un crimen.

Los estudios aportados por las investigaciones neuro científicas sobre las conductas antisociales, y en especial las psicopáticas, señalan principalmente las implicaciones fundamentales de, unos núcleos que se encuentran en las zonas profundas de la masa encefálica, las amígdalas cerebrales en dicha conducta.


Antonio Damasio, ganador en el 2005 del premio Príncipe de Asturias de investigación, expone en su obra “El error de Descartes” que la corteza pre frontal es la zona que nos permite tomar las decisiones más complejas y responder de manera racional, inhibiendo y frenando la agresividad, reprimiendo las emociones mas instintivas provenientes de otras zonas cerebrales, todo ello puesto que dicha zona reside la sede del razonamiento moral y es donde se controlan los instintos primarios que proceden específicamente del sistema límbico (Damasio. A, 2006). Es así que cuando esta área del cerebro no funciona bien o se ve afectada estructuralmente tendríamos mayor predisposición hacia la realización de conductas violentas o derechamente criminales.

Desde la psicología sabemos que las emociones poseen un papel multidimensional de las más significativas para el desenvolvimiento social del ser humano. Las emociones son respuestas biológicas, reacciones fisiológicas que preparan al cuerpo para la acción adaptativa. Son funcionales y por tanto son fenómenos sociales puesto que comunican nuestro estado de ánimo a los demás. En términos neuronales las emociones que producen un comportamiento especifico se originan en determinadas áreas del cerebro y son el resultado de reacciones electroquímicas dentro de su intrincada red neuronal (Bonilla, J; Fernández Guinea S., 2006). Una de estas respuestas es la agresividad, y concretamente, las bases neurobiológicas de la agresividad se hallan precisamente en la corteza pre frontal y en la amígdala del cerebro, considerada como la estructura dominante en la modulación de la violencia. (Garzón, M; Sánchez, J., 2007)

Por otra parte, estudios realizados en distintas regiones del córtex pre frontal del cerebro, sobre áreas especificas de control de las emociones negativas, han puesto de manifiesto la interrelación entre el córtex frontal orbital, el córtex anterior cingular y la amígdala. Algunos científicos sostienen que la corteza pre frontal actúa como freno ante los impulsos agresivos y así parecen confirmarlo los experimentos realizados con gatos, que dejaron de atacar a los ratones al recibir un estimulo en esa área (Moffitt, T; Stack, S., 2007). Así queda establecido que, mientras el córtex frontal orbital desempeña una función decisiva en el freno de impulsividad, el córtex anterior cingular moviliza a otras regiones del cerebro en la respuesta frente al conflicto.




Vía | Bases neuropsicológicas de la criminología. Oscar Meza, 2010.


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Psicólogo Francisco Quesada 

Consultor especializado en Neuropsicología clínica

 Especialista en Hipnosis Clínica. Experto en Violencia y Agresión.
                                                                                                             
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