top of page

Los padres y la nueva neuroeducación.

Hoy la mayoría de los padres saben que el ambiente emocional esculpe el cerebro del niño. Personalmente, nunca he visto un niño que no quiera aprender, en un ambiente que garantice el respeto y el cuidado. Esto se debe a que los seres humanos tenemos un cerebro que siempre está predispuesto a aprender si tiene garantizada su supervivencia. Si las condiciones son las adecuadas, todo irá viento en popa. Del mismo modo,cualquier aprendizaje se bloqueará si se produce en un entorno emocional empobrecido, emocionalmente negativo o sin contacto social. Permitir a un niño que juegue o realice aquello que le apasiona en los momentos de estrés o de descanso, por un período de tiempo definido, implica educar en sintonía con el cerebro, cambiando la mente y los pensamientos hacia lo positivo, lo que permite reforzar caminos sinápticos existentes o crear nuevos, así como darles la posibilidad de descubrir sus propios mecanismos para relajarse antes de una situación de estrés. Estar relajados estando activos es un motor muy potente. No se trata de centrar la educación en lo que el niño aún no logra, sino que lo importante es avanzar en la misma dirección poniendo el foco en aquello que está más lleno, y, desde ahí, diseñar los aprendizajes de lo que falta. Pero aún hay otro motor muy potente que impulsa los aprendizajes, y que es anterior al de la relajación; este motor es la emoción.


Las neurociencias han demostrado que la emoción y el aprendizaje son inseparables, a tal punto que de la emoción depende en última instancia el diseño tanto anatómico como funcional del cerebro.


Las investigaciones relacionadas con la química cerebral han permitido comprender hasta dónde el cerebro es vulnerable al ambiente, tanto al ambiente emocional como a la mala alimentación, dificultando el proceso de cableado del cerebro, y en mayor medida desde el momento del nacimiento hasta después de la adolescencia. Y esto tiene una razón muy simple, y es que toda la información sensorial que recibimos de nuestro entorno pasa primero por el cerebro emocional, por el sistema límbico, donde adquiere un matiz, y luego es procesada por la corteza cerebral, en las áreas de asociación para los procesos mentales cognitivos, donde se crean las ideas y otros elementos básicos del pensamiento, como las abstracciones, por medio de redes neuronales distribuidas en todo el cerebro. Es por ello que para educar en sintonía con el cerebro es imprescindible además:


* Tener en cuenta las emociones, porque somos ante todo seres sociales, y luego racionales. De ahí que una mirada tranquilizadora, una caricia a tiempo, les va a permitir a los niños aprender más y mejor; cuando son pequeños con mayor frecuencia, ya que evita bloqueos creativos. * Despertar sin ruidos estridentes y solo con buenas noticias, sin prisas innecesarias. * Darles señales de que son personas queridas y aceptadas con actitudes o frases como «eres especial para mí porque...», despertando en ellos un sentimiento de bienestar que permita al cerebro liberar dopamina, una recompensa natural que actúa como un «empuje» para potenciar la automotivación y la atención, y también la memoria del placer. * Hablar de ellos empáticamente frente a otras personas, y mostrar empatía activa ante sus comentarios, usando frases como «comprendo cómo te sientes», «me pongo en tu lugar...». * Enseñarles que, cuando están cansados, cerrar los ojos y percibir sus sentimientos y emociones es el mejor modo de «resetear» el cerebro.

* Demostrarles que aceptamos que las personas no somos estupendos en todas las inteligencias, pero que podemos aprovechar las fortalezas que nos dan algunas de ellas para salir adelante en aquello que más nos cuesta. Podemos conversar sobre las fortalezas de sus amigos para que lleguen a las propias.


Al asumir un papel de compromiso emocional en la educación de los hijos, los padres también estamos cambiando la química del cerebro, enseñando a nuestros hijos a conocer sus emociones y la forma en que aprenden mejor. Esto se debe a que las emociones son reales. No son ideas vagas o remotas acerca de cómo estamos, tienen la forma de la bioquímica del cerebro, pero a su vez la bioquímica del cerebro cambia cuando la mente revive emociones positivas.


Los niños pasan muchas horas a solas en la habitación, porque son enviados a hacerlos deberes, porque están en «su espacio» o porque son adolescentes celosos de sus posesiones y de su intimidad. La reciente explosión sobre el conocimiento del cerebro invita a reflexionar sobre la importancia que tiene el contacto social también en el hogar. No siempre es visible un hijo aislado, ni el dolor emocional de quien está aislado, imperceptible para la familia, y para él mismo si se ha acostumbrado. Muchos niños pasan horas frente al ordenador y se acostumbran a la angustia, al miedo, a sentirse solos, cuando la familia comparte actividades sin ellos porque están encerrados en sus habitaciones; se han acostumbrado a no formar parte de un grupo. A veces se trata de un sentimiento tan fuerte que acaba incapacitando determinados aprendizajes. Y es que pasar horas solo en su habitación, por confortable y agradable que sea, puede convertirse en un medio social y emocionalmente empobrecido, si se tienen menos de 14 años, disminuyendo las capacidades cognitivas ejecutivas. Del mismo modo, el castigo del aislamiento por imposición no solo acentúa la desmotivación, sino que prolonga los bloqueos. El cerebro, como órgano básicamente social, necesita contactar con otros cerebros. No en vano, las especies que viven aisladas tienen cerebros más pequeños que las que viven en comunidad, cuyos cerebros son más grandes. Las moscas, por ejemplo, viven menos si se las aísla del grupo. Los seres humanos, al vivir en comunidades amplias con organizaciones políticas y sociodemográficas complejas, tenemos un cerebro de gran tamaño en relación con nuestro peso corporal. Esto probablemente se debe a que la socialización demanda una cantidad de funciones cognitivas que requieren, a su vez, de grandes redes cerebrales. Probablemente, sin embargo, el dato más importante que los padres necesitan tener en cuenta es que si bien las neuronas necesitan desafíos intelectuales, necesitan aún más el contacto social para poder monitorizar. Aunque el símil no parezca oportuno, lo cierto es que así como las ratas necesitan interactuar con otras ratas para aprender cómo resolver los problemas de las ratas, los hijos necesitan interactuar con el cerebro de los padres porque solo un ambiente social estimulante es apropiado para dominar las habilidades sociales. Ahora bien, imaginemos que los padres comprueban que un niño de 7 años, por poner un ejemplo, hace los deberes y estudia sin problemas estando solo, cabría preguntarse cuántas horas pasa solo sin un adulto en su habitación. Son muchas las investigaciones que advierten de la drástica disminución del cociente emocional que experimentan los jóvenes por pasar muchas horas solos.

¿Qué pueden hacer los padres para crear ambientes emocionalmente enriquecidos?


* Promover aproximaciones cálidas, respetuosas y de empatía positiva. * Dar respuestas de calidez afectiva frente a los logros, nunca premios materiales, ya que el cerebro pierde interés en el esfuerzo cuando el premio es material. * Reducir al máximo las amenazas ambientales para mejorar la autoeficiencia.

* Comprometerse con el estilo individual de aprendizaje a partir de lo que el hijo conozca.

* Tener presente la idea de «inteligencias» más que la de cociente intelectual a secas, para dar un sentido al modo personal en que aprenden los hijos.

* Si un niño tiene una inteligencia innata por encima de otra, eso no es problema. El problema es seguir educando teniendo en cuenta solo la inteligencia verbal y matemática.


Para educar siguiendo el patrón de cada niño es necesario funcionar en modo alternativo, esto es, intentando participar en su aprendizaje, incluso en la escuela. Se ha comprobado que en las escuelas donde hay menos tecnología y más participación de los padres en proyectos colaborativos los hijos están más atentos y se mantienen más motivados. Aprenden cuando los padres se sienten los verdaderos responsables de la educación de los hijos y no delegan en los maestros.








Extraído de "Neuroeducación para padres". N. Rodríguez. 2016

Últimos  Posts
Recent Posts
Archive
Etiquetas
No hay etiquetas aún.

Psicólogo Francisco Quesada 

Consultor especializado en Neuropsicología clínica

 Especialista en Hipnosis Clínica. Experto en Violencia y Agresión.
                                                                                                             
bottom of page