Psicobiología de la Ira y la Agresión.
Los budistas califican la ira como emoción aflictiva para anotar su aspecto negativo en el sentido de que produce aflicción cuando se conciencia, porque se descubre que es destructiva, ya que supone un ir hacia atrás en el camino de la perfección.
Atendiendo al modelo de cerebro trino, mundialmente aceptado por los expertos, existe un primer nivel de cerebro que actúa sobre las funciones fisiológicas de forma totalmente funcional y orgánica, de manera que no hay conciencia de esta actividad. Se trata, por tanto, del nivel más animaloide o instintivo o cerebro rudimentario que compartimos con la mayoría de especies animales. Es el sistema neurovegetativo. Se ocupa de las motivaciones más básicas, como la digestión, de la excreción, del hambre o la sed, y de todos los movimientos automáticos o actividades regidas por el sistema simpático y parasimpático o neurovegetativo. Este cerebro se halla situado en el tallo encefálico. La atracción, por ejemplo, entre animales de la misma especie, pertenecería a este nivel instintivo.
El segundo nivel de actuación se sitúa en el sistema límbico y es el denominado “inconsciente o inteligencia emocional”, como hemos apuntado. Hemos destacado de este nivel emocional que es el archivo de las vivencias y que, por tanto, cualquier percepción que le llegue es descifrada y catalogada en función de la calidad de este archivo. Mientras que el archivo de los conocimientos se encuentra en los centros corticales o neocórtex.
El sistema límbico se derivó del tallo encefálico como evolución. Y de él, al cabo de millones de años, se derivó el neocórtex o cerebro pensante.
Por tanto, el tercer nivel cerebral se sitúa en el neocórtex, que es el cerebro consciente o software donde se albergan los conocimientos adquiridos y la memoria de los mismos. Esta zona rige, por tanto, el aprendizaje y la memoria. Y es el centro procesador de datos. Por lo que, en este tercer nivel, encontramos, como hemos dicho, tres funciones distintas: la de la conciencia, como primer estatus, la de la reflexión, análisis o procesamiento de datos y, finalmente, la tercera función de este tercer nivel sería la del cerebro planificador, ya comentado. Pero no hay que olvidar que en todas estas funciones se coordinan los conocimientos adquiridos junto con las vivencias y se obtiene una conclusión individual para la acción. Su proceso de datos implica el recurrir a ambos sistemas anteriores (o de memoria) a través de las vinculaciones cerebrales de ambos, a cargo de una serie de ramificaciones nerviosas y de miles de circuitos neuronales.
Por esta razón, el autor Jeff Hawkins niega la inteligencia como función o como zona cerebral, la cataloga como resultado de un proceso coordinador de datos de la memoria, ya sean vivenciales o conceptuales.
Golemann, en su libro Inteligencia emocional, el autor se refiere en su segundo capítulo a la “Anatomía de un secuestro emocional” y explica cómo un asesino contaba en el juicio su arrebato, debido al pánico que le entró al amenazarle una de las mujeres a las que estaba robando cuando esta le dijo que recordaría su cara y que pagaría por lo que estaba haciendo. El arrebato de violencia le llevó al asesinato a pesar de tener solo la intención de que aquél fuera su último robo.
Dice Golemann: “este tipo de explosiones emocionales constituye una especie de secuestro neuronal. Según sugiere la evidencia, en tales momentos, un centro del sistema límbico declara el estado de urgencia y recluta todos los recursos del cerebro para llevar a cabo su impostergable tarea. Este secuestro tiene lugar en un instante y desencadena una reacción decisiva antes incluso deque el neocórtex –el cerebro pensante– tenga siquiera la posibilidad de darse cuenta plenamente de lo que está ocurriendo, y mucho menos todavía decidir si se trata de una respuesta adecuada. El rasgo distintivo de este tipo de secuestros es que, pasado el momento crítico, el sujeto no sabe bien lo que acaba de ocurrir”.
Basado en: "La maté porque era mía" M.D. Muntané.